Amalín de Házbún y Judy Hazbún.
Amalín de Házbún y Judy Hazbún.
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Juan Pablo Mercado

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Amalín y Judy Hazbún, un legado que floreció alrededor de hilos, agujas y amor

En el Mes de la Madre, Zona Cero fue testigo de un diálogo entrañable entre la Aguja de Oro de Colombia y su hija, una diseñadora de modas que creció rodeada de retazos de recuerdos.

La luz de la tarde entraba con suavidad por las ventanas del hogar-taller de Amalín de Hazbún, en el barrio Riomar de Barranquilla, un lugar hecho de costuras, memorias y voces que todavía resuenan entre las paredes cubiertas de telas, hilos y moldes. Allí se cosió —literal y simbólicamente— la historia de una familia.

Amalín estaba sentada junto a su hija Judy en un sofá ubicado frente a un maniquí. El maniquí, cubierto por una pieza de la colección ‘Aflora’, parece tener presencia propia, y como un testigo silencioso de la escena, evoca a Mayra, la hija de Amalín que falleció a los 17 años y que Judy recuerda como “la más fashionista de todas”.

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Hoy, esas prendas que porta la silueta de mujer en medio de ambas, representan más que una creación de Judy: es un tributo y una forma de honrar el legado de una madre que sacó adelante a una familia a pesar del dolor y la adversidad.

“Estoy hecha a la medida de mi madre, pero con algunas diferencias”, afirmó Judy a Zona Cero, mientras acariciaba con los ojos las telas que las rodean. En ese lugar, entre el taller y la vida, las dos han hilvanado recuerdos que no se deshilan.

“Yo recuerdo muchas cosas de Judy, porque ella siempre ha sido así, hay que recordarla. Porque primero, se expresa con una voz alta, y si tú no la quieres oír, tienes que oírla”, dijo Amalín entre risas, asegurando que esa voz fuerte y ese carácter definido, fue creciendo entre hilos, agujas y máquinas de coser.

Amalín de Házbún y Judy Hazbún.

La casa, construida con la ayuda de la hermana de Amalín, fue diseñada con un propósito claro: unir hogar y trabajo. Judy tenía seis años cuando llegó allí. “Imagínate, yo llegué a este taller de seis años. ¿Tú no sabes las veces que me mandaron a callar aquí?”, contó, como si aún escuchara las advertencias de su madre en los pasillos.

Al tiempo recordó los gestos de verdad que la han acompañado toda la vida. “Mi mamá se escondía cuando no quería atender más clientas, y yo salía corriendo a decir: "Señora, ella sí está, lo que pasa es que se escondió”, confesó con una carcajada, añadiendo que la “honestidad es como el estilo, es decir, se lleva en la piel”.

El arte de no parecer, sino ser

Durante la conversación, las dos reconocieron que la moda ha sido más que una profesión para ellas: ha sido el lenguaje en el que se han dicho “te amo”.

Cuando Judy tenía 17 años, le confesó a su madre que quería estudiar diseño de modas y Amalín no dudó en cumplir el sueño de su hija.

“Yo le hice las vueltas en el American College en Atlanta. Me quedé muy tranquila porque sabía que ella tenía la capacidad para lograr lo que quería”, relató.

Amalín de Házbún.

“Admiré mucho en ella su talento, porque Judy desde jovencita, demostró la capacidad que tiene para hacer las cosas, porque ella es muy creativa, y yo siempre le he aplaudido eso a ella”, agregó.

“Yo tenía diez años cuando mi mamá fue llamada por primera vez la Aguja de Oro de Colombia”, recordó al instante Judy. “Y desde chiquita he estado jodiendo, molestando por lo mismo: defendiendo el arte, la creatividad que mi mamá admira en mí y la moda como una herramienta de transformación, pero del ser humano”.

Desde ese momento, para Judy, su madre es “la elegancia en pintura”, porque “una cosa es que uno estudie diseño de modas, y otra cosa es que uno sea empírico en la carrera, son dos cosas diferentes y hay muchas modistas muy buenas —mi mamá es una de ellas— pero es que mi mamá tiene algo que no tiene todo el mundo, y es estilo, y el estilo no se vende, el estilo se crea, y eso fue lo que ella me enseñó”, sentenció con certeza.

La libertad como herencia

El centro de la conversación fue el legado. Un legado que no solo ha pasado por las manos, sino también por el corazón.

“Me enorgullece que me permitiste a mí ser yo desde el primer día. Me dijiste: “Sé lo que tú quieras, que yo te acompaño”. Me enseñaste que ninguna situación de pérdida, dolor o tristeza era una derrota, sino una oportunidad de fortalecernos”, dijo Judy mirando a su madre y con una voz nostálgica pero firme.

“Yo le creo porque ella no dice mentiras. Nunca ha sabido decir una mentira”, respondió Amalín con dulzura.

Judy Hazbún.

“Ella siempre ha sido así, por ejemplo, no hace sino echarme flores todo el día, me dice que linda, que divina, me dice que estoy bella, que me ama, y eso lo hace todos los días, hasta el saludo de la mañana es un te amo. Pero cuando ya me echa muchas flores ahí si le digo, ya no te creo, Judy”, contó entre risas.

Acompañando las carcajadas de su madre, Judy aprovechó para tocar el vestido que Amalín lucía ese día, uno que ella diseñó especialmente para este encuentro. “Es un diseño en honor al amor que tú germinas en mí y en todas las personas que te han conocido”.

Pañuelos en vez de lágrimas

Cuando la muerte de Mayra sacudió a la familia, Amalín eligió no detener su vida y Judy recordó las palabras de su madre en ese momento.

“La creatividad es un regalo del cielo, y mi mamá me lo demostró, porque independientemente de la situación que tuviera de dolor, porque la muerte de mi hermana fue una cosa muy dolorosa, ella hacía que floreciera su creatividad”, aseguró.

“Y cuando la muerte de mi hermana nos golpeó, mi mamá me dijo, las mujeres de esta casa no lloramos, vendemos pañuelos. Entonces, ¿Cuáles son los pañuelos?, pues una marca como la de mi mamá, cercana a la gente”, añadió.

Esta frase usada por Amalín, encerró no solo resiliencia, sino también la capacidad de transformar el dolor en creación, porque para ellas la moda, no ha sido vanidad, sino consuelo y un sistema salvador en medio de un mundo que muchas veces asfixia.

Manos de Amalín de Házbún y Judy Hazbún.

“El sistema moda es un sistema muy contaminante en este momento, muy tóxico y en esta casa fue lo que nos salvó la vida a nosotros. Hoy yo trabajo para ese sistema, pero desde otra perspectiva y mi mamá es mi mejor modelo”, dijo Judy. “Y si voy para una fiesta, ¿quién me hace mi vestido? Mi mamá”, porque, aunque Judy diseña, nunca aprendió a coser.

“Yo solo diseño, nunca hubiera podido ser la heredera de la Aguja de Oro de Colombia”, afirmó con humildad y admiración, asegurando que la herencia de su madre es una que se ha expandido a sus sobrinas.

“Yo me sentí feliz cuando Judy empezó a diseñar, quién más que una hija, me iba a seguir el legado que yo quiero dejar, pero me sorprendió la vida con la nieta, tengo a mi nieta Mayra que es abogada, que también está haciendo bellezas, es doble mi felicidad”, expresó Amalín.

Entre reinas y clientas

Amalín no solo ha vestido reinas y artistas, también ha vestido a muchas personas de esperanza.

“Mi mamá siempre ha sido una mujer muy humilde, ella le preguntaba a sus clientas cuánta plata tenían y lo que tuvieran con eso les hacía el vestido”, dijo Judy.

Amalín de Házbún y Judy Hazbún.

En ese momento, Amalín sonrió al recordar cómo sus clientas se miraban al espejo con asombro cuando ella les entregaba las piezas y decían “me siento una reina”. Al principio Amalín no lo creía. “Yo decía para adentro: yo no les creo, porque yo ni sé lo que estoy haciendo. Como soy empírica… Sin embargo, con el tiempo, descubrí que era verdad”.

Pero el mayor reconocimiento no vino de títulos ni desfiles. Vino de la vida misma y de unos hijos que, al mirarla, ven no solo a una madre, sino a una maestra, una artista, una inspiración.

“Yo no me creo la gran cosa porque me llamen Aguja de Oro”, dijo Amalín. “Voy al pueblo, voy a los barrios, me tomo fotos con todos… Yo no veo diferencia en los seres humanos y no permito que me traten diferente, todos somos iguales”.

Costuras del alma

No hay diseño que no tenga una historia. Y cada historia aquí está cosida de afecto. Desde la forma en que Judy se refiere a su madre hasta cómo Amalín la mira mientras habla, todo es un ejercicio de admiración mutua.

Amalín de Házbún y Judy Hazbún.

“Precisamente para eso llega Aflora, cinco años después de la pandemia, unos años en los que las personas hemos aprendido el valor y el precio de las cosas. Yo nací en este taller de lujo, en una familia de lujo, y entendí que el lujo más importante es la familia”, manifestó Judy.

Tal vez por eso, cada puntada de Amalín tiene un trazo de ternura y cada diseño de Judy es un abrazo a su historia.

“Un lujo también es poder comunicarse con la familia de manera amorosa y con el olor de las flores… la rosa tiene espinas, pero también tiene flores, entonces el lenguaje del amor es el lenguaje de las flores, no de las espinas, y mi mensaje para todos es que aflore en el corazón de todas las personas ese amor, para que abracemos siempre sin expectativas”, concluyó Judy.

Amalín de Házbún y Judy Hazbún.

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